Sep
23
Cómo vivir cuando estás todo el día trabajando y en la era digital
Hoy la era digital, junto con otras circunstancias coyunturales, nos está trayendo nuevas maneras de hacer las cosas, nuevas maneras de habitar en este mundo y de vivir nuestras vidas. La revolución digital ha llegado, imagino, que como hace años llegó la revolución industrial. Está calando en nosotros mismos y en la construcción del mundo, como ningún otro descubrimiento del ser humano había calado en el último siglo.
Ya no hay el mismo tiempo y espacio. Cada uno de nosotros lleva en el bolsillo dispositivos que le permiten, instantáneamente, estar “en otro sitio”. Ya no es necesario recorrer grandes distancias, dedicar largos periodos de tiempo para visitar a nuestros seres queridos que están en la otra punta del globo terráqueo. Ahora con un leve toque digital, ¡ya está! Vemos, conversamos de tú a tú con nuestro hijo que está en Londres estudiando o trabajando, o con nuestro familiar que se ha quedado en la otra parte del océano esperando noticias sobre nuestra aventura de vida en España. Le tenemos y sentimos exactamente a nuestro lado.
En el trabajo, ya no se habla del tiempo que vas a dedicar a la oficina; todos damos por hecho que cogeremos esta llamada o gestionaremos ese mensaje que nos llegue, sea de quien sea, a cualquier hora y nos encontramos recibiendo llamadas o gestionando correo electrónico relacionado con nuestras actividades profesionales a cualquier hora del día o de la noche, cualquier día de la semana, del mes y del año.
Nos vamos de vacaciones y el reto número uno es: saber desconectar.
¿Qué está pasando? ¿Qué nos está pasando?
Sin duda las fronteras entre lo personal y lo profesional se están diluyendo. Creíamos que las fronteras eran sólidas, o así lo aprendimos en nuestra niñez. Íbamos de un país a otro, y encontrábamos quien nos exigía parar, enseñar nuestro pasaporte, declarar qué objetos había en nuestras maletas; se abría una valla y pasábamos al otro lado. Hoy “vamos” de un país a otro sin más filtro que un toque digital en una pantalla. Compramos en uno u otro país sin preocuparnos de nada más que de elegir en nuestras pantallas el producto; ya no necesitamos ir a la tienda, mirar la mercancía de arriba abajo, probarnos los pantalones o los zapatos con la misma frecuencia que antes, o recorrer kilómetros y kilómetros para obtener aquello que deseamos y que está a larga distancia.
Con esa misma facilidad nuestra vida personal y profesional se ven mezcladas, se entrecruzan cada instante de nuestra jornada. Ya no es necesario, ni siquiera, en muchos casos compartir un mismo espacio con nuestros compañeros de trabajo. Las empresas, y muy en especial las pequeñas y medianas, están prescindiendo del espacio. Es caro y sólo se dispone de él cuando la actividad lo hace totalmente necesario. Cada vez más profesionales trabajan desde casa, a cualquier hora. En las empresas grandes, la globalización hace que realicemos actividades con nuestros colegas de Tokio o Perú sin importar qué hora es en cada uno de esos lugares. El trabajo debe hacerse y ya está. Recibir correos electrónicos que están escritos a las dos de la madrugada empieza a ser cada vez más habitual. Nuestros hijos se están acostumbrando a ver cómo papá y/o mamá trabajan en el fin de semana o a la hora de la cena, o cómo se llevan el ordenador en vacaciones y aprovechan el ratito de la siesta para contestar sus emails.
Y todo esto, ¿cómo nos afecta? ¿Qué precio estamos pagando por ello?
Hagamos el ejercicio de parar de leer un momento y reflexionar sobre esas respuestas que acaban de nacer en nuestro interior. Sí, deja de leer, y déjate sentir por un momento. ¿Qué notas?… ¿Es una sensación agradable o por el contrario hay algo en ella que no te gusta?… ¿Dónde la sientes?… ¿En qué parte de tu cuerpo?… ¿Cómo es?… ¿Qué te está diciendo?… ¿Qué quieres hacer con ella?
Las fronteras ya no son sólidas, está claro, ni líquidas… más bien son gaseosas. ¿Dónde está el límite entre lo personal y lo profesional hoy en día? ¿Hay límite? ¿Quiero que lo haya?
En desarrollo y coaching, ya sea de personas, equipos, organizaciones o sociedades, hablamos del arte de conseguir resultados con sentido del bienestar en todas las áreas de nuestra vida. Y eso, ¿qué quiere decir? Nos referimos a empezar tomando conciencia (ampliando nuestro nivel de consciencia) sobre cómo estamos viviendo nuestra vida y cómo deseamos seguir viviéndola. Hablamos de cómo conseguir nuestras metas cogiendo las riendas de nuestra vida y llevándonos a nosotros mismos y a aquellos que nos acompañan en objetivos colectivos, hacia aquellos lugares en los que podemos dar lo mejor de nosotros mismos, sin perder el sentido de bienestar.
Una de las tendencias más frecuentes es pensar que eso es imposible y además que, antes que el bienestar individual, hay otras cuestiones mucho más importantes para los fines colectivos.
Nuestra respuesta, como desarrolladores de personas y científicos del comportamiento humano individual y colectivo es clara: Los niveles elevados de estrés o activación (como decimos en psicología), conllevan automáticamente descenso en el rendimiento humano. Numerosas investigaciones lo demuestran y no voy a enumerarlas aquí. Los mejores niveles de rendimiento se logran en niveles medios de activación o estrés “bueno”. Las empresas, organizaciones, equipos y personas pierden gran parte de su talento y potencial cuando están sometidos a ansiedad, tensión y estrés “del malo”. En estas condiciones los fallos de memoria, las equivocaciones en operaciones sencillas y/o complejas, los despistes, las repeticiones de trabajos, son la tónica habitual.
Por ello merece la pena, aprender a encontrar el equilibrio. Un equilibrio que empieza por el interior de nosotros mismos. Un equilibrio que, encontrado y encontrando las claves para su mantenimiento, da como frutos personas, profesionales, equipos, organizaciones y sociedades más eficientes, capaces y creativas. Un equilibrio que nos permite descubrir nuevas maneras de hacer las cosas, nuevas maneras de relacionarnos, de vivir y convivir, de superar conflictos, de crear espacio para el descubrimiento y el progreso mutuos, espacios de posibilidades en los que inventar una nueva manera de estar en este mundo, de construir empresas, equipos y sociedades talentosos, en los que una vida plena es posible.
¿Cómo?
1-Tomando tiempo para uno mismo.
El propio cuidado y la estima hacia uno mismo son la base sobre las que se construye todo lo demás.
2-Identificando los valores que nos sustentan y que dan sentido a nuestro ser y estar en el mundo.
3-Conociéndonos mejor y potenciando todo nuestro talento, todas nuestras inteligencias.
4-Permitiendo aflorar los sueños que dan sentido a la propia existencia.
5-Demostrando el coraje para embarcarse en la aventura de apostar por cumplirlos, asumiendo la propia responsabilidad sobre los resultados al 100%.
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